miércoles, 23 de abril de 2008

Roger y yo



Fue hasta el fin de semana pasado que finalmente logré ver el primer documental del talentosísimo Michael Moore. Sospecho (aunque puedo estar equivocado) que además de ser una obra maestra, Roger y yo fue la musa inspiradora de Matt Groening para darle vida a Springfield y a las inagotables chifladuras que durante casi dos décadas nos han hecho la vida tolerable.

Flint, Michigan, además de ser la ciudad natal de Michael Moore, también fue la ciudad que vio nacer a la empresa automotriz más grande del mundo, la General Motors (GM). Durante décadas la GM dio empleo a miles familias de Flint, al punto que ser ciudadano de Flint era prácticamente sinónimo de ser un empleado de la compañía, salvo en casos rarísimo. Uno de esos casos rarísimos fue el de Michael Moore, que a diferencia de sus familiares, vecinos y amigos se dedicó al periodismo.

Todo era felicidad en la próspera ciudad de Flint hasta entrados los años ochentas, cuando un buen día el Presidente de la GM, Roger Smith, decide aprovechar al máximo las bondades de la globalización: ¿Por qué pagar la mano de obra en dólares, si en los países tercer mundistas ésta se paga en centavos? Con este gran descubrimiento el bondadoso Roger decide cerrar varias fábricas (incluidas las de Flint) para montarlas en países "en 'desarrollo'".

Con esta medida miles de familias quedan desempleadas y viene la catástrofe para la ciudad. El documental trata precisamente acerca de eso: el colapso de una ciudad y el intento de un ciudadano común de entrevistar a Roger para mostrarle la catástrofe. Durante hora y media el hijo pródigo de Flint nos muestra graciosísimas y espeluznantes entrevistas con los ciudadanos de una ciudad sumida en la bancarrota. Desalojos y mudanzas masivas, intentos desesperados y patéticos del gobierno local para atraer turistas, e incontables eventos que tienes que ver con tus propios ojos para dar crédito a situaciones hasta entonces solo vistas en Los Simpson, como por ejemplo cuando la revista Money publicó en una de sus ediciones que el peor lugar para vivir en Estados Unidos era Flint, lo cual desencadenó que los ciudadanos orgullosos del terruño se congregaran en el parque para quemar cientos de ejemplares, incluida una revistota gigante; o cuando el gobernador le pagó cientos de miles de dólares a un predicador famoso para que ahuyentara las malas vibras de la ciudad, medida que desde luego fue presenciada por todo el pueblo en el recinto más grande de la localidad: el estadio de Hockey; o cuando la Secretaría de Turismo sacó al aire los comerciales más patéticos (cargados de mentiras) para atraer el turismo al pueblo; o cuando el gobierno como última medida de salvación construyó un parque temático que según sus cálculos atraería a un millón de visitantes al año, del que desde luego no les vamos a revelar cuáles eran las atracciones en su interior, porque sería arruinarles uno de los mejores documentales jamás filmados.

Si eres amante de Los Simpson, en este preciso instante deja de bajar todas las pornos que alentan tu computadora y pon a bajar Roger y yo, te prometemos que cualquier capítulo de la familia amarilla se queda corto con la chiflada realidad de Flint.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

QUe hagan la segunda parte en Campeche o en Mérida, cualquier secuela en otro lugar se quedaría corta, ¿o no?El respeto al derecho ajeno es la paz.Saludos, Bomberito.

Anónimo dijo...

ya me dieron ganas de verla nadamas de leer la manera en la que lo describiste

Anónimo dijo...

benito: ni te confíes, que yo también vi el documental y puedo decirte que serían unos dignísimos rivales. Si bien en el sureste no cantamos mal las rancheras, ya sabes que cada vez que los gringos se empeñan en ser los #1 en algo muchas veces lo logran.