sábado, 24 de mayo de 2008

La palabra pintada



En su libro "La palabra pintada", Tom Wolfe comparte con nosotros una crítica que hace el decano de las artes del New York Times, Hilton Kramer, acerca de la exhibición "Seven Realists" (o sea, de siete pintores realistas) que se llevaba a cabo por aquellos días en la Universidad de Yale. Dice Kramer:


"El realismo no carece de partidarios, pero de manera más bien conspicua carece de una teoría persuasiva. Y dada la naturaleza de nuestro comercio intelectual con obras de arte, carecer de una teoría persuasiva es carecer de algo crucial-del medio a través del cual nuestra experiencia de los trabajos individuales se une a nuestro entendimiento de los valores que significan."


A lo que Wolfe responde:


"...yo me di cuenta sin hacer el menor esfuerzo de que había dado con una de esas cosas que se dicen por las cuales los monitores del Departamento de Estado de la prensa de Moscú o de Belgrado están dispuestos a soportar una vida entera de tedio: a saber, la en apariencia inocua obiter dicta, las palabras de paso, que revelan cómo es el juego en realidad.

Lo que ví ante mí fue al jefe de los críticos del New York Times decir: al ver una pintura el día de hoy, 'carecer de una teoría persuasiva es carecer de algo crucial'. Lo leí de nuevo. No decía 'algo útil' o 'algo enriquecedor' o incluso 'algo extremadamente valioso.' No. La palabra era crucial.

En corto: francamente, en estos días, sin una teoría que la acompañe, no puedo ver una pintura.

Todos estos años, junto con tantas otras almas bienintencionadas, estoy seguro, recorrí el camino hacia las galerías del Upper Madison y Lower Soho y del Art Gildo Midway de la Calle 57, y entré a los museos, al Modern, al Whitney, y al Guggenheim, y el Bastard Bauhaus, el New Brutalist, y el Fountainhead Baroque... Todos estos años yo, como tantos otros, me he parado frente a mil, dos mil, Dios-sabe-cuántos miles de Pollocks, de Koonings, Newmans, Nolands, Rothkos, Rauschenbergs, Judds, Johnses, Olitskis, Louises, Stills, Franz Klines, Frankenthalers, Kellys, y Frank Stellas, ahora entrecerrando los ojos, ahora abriendo por completo los ojos, ahora echándome hacia atrás, ahora acercándome-esperando, esperando, siempre esperando por... eso... porque eso se enfocara, a saber, la recompensa visual (a tanto esfuerzo) la cual debe estar ahí, la cual todos (tout le monde) sabían que estaba allí-esperando porque algo radiara directamente de las pinturas en estas invariablemente puras paredes blancas, en esta habitación, en este momento, a mi propio quiasma óptico. Todos estos allos, en corto, había asumido que en el arte, si en ningún otro lugar, ver es creer. Bueno-¡qué miope! Ahora, por fin, el 28 de Abril de 1974, puedo ver. Todo este tiempo lo había entendido al revés. No es 'ver para creer', tontito, sino 'creer para ver,' pues el Arte Moderno se ha vuelto completamente literario: las pinturas y otras obras existen únicamente para ilustrar el texto."



Wolfe lo dice como si ésto fuera algo malo. Las obras de arte existen para ilustrar un texto, es decir, una teoría. Si lees el fragmento cuidadosamente, te puedes dar cuenta de que el problema surge del uso de la palabra "crucial" en la crítica del Times. Obviamente, éste fue excesivo. El trabajo de maestos modernos de la técnica como Chuck Close o John Currin requiere de pocas explicaciones, pero ¿cuál es el mérito de Robert Rauschenberg al borrar un dibujo de de Kooning? A los que nos gusta leer estamos de suerte. En el mundo del arte contemporáneo no vas a toparte con dos personas que vengan a contarte la misma historia. Eso es lo bonito de él.

No hay comentarios.: