viernes, 20 de junio de 2008

Voy a cortarte el Internet, papá


Padres e hijos: al final los papeles terminan por invertirse. Durante nuestros primeros años de vida, nuestros padres se habían deleitado viéndonos aprender a caminar, a hablar y a leer; veinte años después somos nosotros los que los vemos educarse en el correo electrónico, las salas de chat y los programas para bajar música.
-Oye, hija, ¿cómo le hago para “copiar” este documento? –era el tipo de pregunta que escuchaba mi amiga cuando su papá regresaba de sus clases vespertinas de cómputo.
-¿A dónde lo quieres copiar?-le decía ella pacientemente, con ese estoicismo que cultivó cuidando a los niños medicados de sus primas.
-¿Pues a dónde más? A una hoja.
Mi amiga se quedó en silencio un momento, mientras asimilaba una respuesta que no se esperaba.
-Ay, pa, lo que tú quieres es “imprimir”.
-Por eso “copiar” a la hoja –decía él y daba por terminada de la discusión.
Pero eso no es todo. El otro día, por una de esas casualidades que uno no se explica, el papá de mi amiga me añadió a sus contactos del Messenger.
-Hola, doctor –le saludé, como el hombre educado que soy.
-Hola, Eduardo- me respondió, pero en lugar del saludo salió una “H” y el ícono de una ola del mar.
Pensé en decirle que una conversación del MSN con tantos dibujitos le iba a quitar mucha seriedad a una profesión como la suya, pero pude inferir que el papá de mi amiga no sabía cómo eliminar las animaciones.
-Sólo entré unos minutos – me escribió o por lo menos eso entendí por la imagen de un sol y la letra “O” y el dibujo de una aguja que recorría la carátula de un reloj.
-No se preocupe, doctor, lo dejo trabajar –le dije.
-Gracias, voy a terminar de escoger unas…- me explicó, pero apenas salió aquel ícono bochornoso ya ni siquiera tuve el ánimo para averiguar qué cosas andaba buscando don Oliverio en Internet.
Eran las 9 de la mañana de un sábado y mi amiga me llamó desesperada para que la acompañara a buscar su lap top. Ya con seis años encima, la pobre máquina no respondía ni a las funciones más básicas, como reproducir películas o clonar discos de música. Ella había llevado su computadora con un técnico hacía un mes, pero la ausencia de una pieza había retrasado la reparación una semana más.
-¡Pero es sólo el teclado! – le había dicho su papá esa mañana-. Anda, ve inmediatamente con ese bandido y te traes la computadora de una vez, ya verás como la arreglo yo con dos alambres y una batería de carro.
Su papá había reparado con cierto éxito el televisor y el aire acondicionado. Eso, según él, le daba la competencia suficiente para desentrañar un reactor nuclear.
Recogimos la lap top y se la entregamos a su papá, como si se tratara de una ofrenda maya.
-Es la pila, estoy seguro –dijo con la seguridad con la que un médico diagnostica una sífilis con sólo verle la cara de perdedor a su paciente-. Son unas pilas como las del control remoto y se le ponen, a ver, creo que por acá.
Mi amiga no decía nada mientras yo veía con terror el tratamiento que vendría. Ha sido la única vez que he sentido compasión por una máquina, específicamente por alguna que contenga el Windows Vista.
Cinco días después, mi amiga me explicó su serenidad de aquella mañana:
-Papá y yo habíamos hecho un trato. Él se quedaba con la lap y me ayudaba a pagar una computadora nueva. ¿Provechoso, no?
-Al parecer don Oliverio es bueno para la cibernética, pero tiene problemas con los negocios.
-¿Con la cibernética nada más? Vaya, cómo decirlo, mi papá es un hombre del Renacimiento: opina de pedagogía cuando mi hermano le trae a su hija; de medicina cuando me oye toser; de albañilería cuando alguien sugiere reparar la fachada; de floricultura cuando mamá encarga dos macetas para el patio. Últimamente habla como un constitucionalista cada que sale Calderón en la tele.
-Bueno, qué quieres que te diga. Algo de enciclopedistas tienen los papás, principalmente los que hicieron de todo en tiempos de penuria.
-Sí, lo sé, pero ¿es necesario que me regañe cada que le cocino pollo con chícharos? “Hija”, me dice, “¿esos chícharos no deberían estar más achatados?”. ¡Papá!”, le digo, “¡son chícharos, no el planeta Tierra! Lo peor es que nunca ha preparado siquiera un huevo revuelto, pero ¡cómo le gusta hablar dos horas sobre la cantidad exacta del orégano!
-Vaya ¿y pudo reparar la computadora, por fin?
-Sí, la llevó con el hijo de no sé quién, pero ahora ya no se despega de ella. Con eso de que descubrió cómo bajar música.
-El Internet es el paraíso de los señores porque ahí consiguen canciones que no obtendrían de otro modo.
-Sí, caramba. Papá ya llenó dos gigas con Palito Ortega. Yo no sé si Palito Ortega haya cantado lo suficiente en su vida para llenar dos gigas de memoria, pero en la computadora de mi papá eso es posible.
-¿Y qué dice tu mamá al respecto?
-Al borde de la histeria, ya te imaginarás. Ayer vino a quejarse a mi cuarto: “Ese tu padre”, me dijo, “está viendo Grandes Ligas en la tele, oyendo el juego de los Piratas en la radio y aparte escribiendo en la computadora. ¡Cada vez se parece más a sus hijos!”
-¡Qué duro! –comenté.
-¿Sabes una cosa? Lo peor es que es verdad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pudieron con los celulares y las computadoras, pero no conozco a un ñor que no sea una papa para jugar Nintendo (o su equivalente actual). Aunque probablemente al fin les haya llegado la hora: el Wii parece diseñado para ellos, con eso de que tienes que mover el control (no el pad o el joystick, sino el control) en la dirección hacia donde quieres que se mueva tu personaje.

El papá de tu amiga parece ser un viejo a todo dar, por cierto.

Rodrigo Solís dijo...

“Bandido”, ¿dónde escuchó siempre esa palabra? Ah, sí, ya recuerdo, en todos los señores; al parecer, es una palabra marca registrada en ellos.

Maravilloso escrito, Eduardo. Lástima que si cierto dueño de cierta televisora local (con el cual nos emborrachamos ayer y nos confesó una serie de confidencias que mejor hubiera sido no confesarlas a un par de escritores por el pequeño detalle de que todos los escritores somos unas viejas chismosas como Paty Chapoy) visitara el blog, créeme querido Eduardo, que jamás se hubiera atrevido a calificar (eso sí, con todo respeto) que eres un buen escritor que lamentablemente lo aburre porque escribes sobre puros temas intelectuales (traducción: puñetas mentales), no así, temas cotidianos como los que a él tanto le divierten leer. O sea, como el 100% de todos tus escritos, incluido éste, que al parecer nunca ha leído.

Eduardo Huchin dijo...

Amiga mutua, mi estimado P, a quien abandonaste hace algunos sábados a su suerte (y en estado inconveniente) en un taxi. Por suerte, llegó ilesa y su papá estaba muy dormido después de descargar seis discos de los Hermanos Carrión y no la vio llegar, así que tampoco hubo reclamo.