miércoles, 21 de enero de 2009

¡Quiero mi programa de TV!

En estos tiempos nada es tan sencillo como poner un canal de televisión o en su defecto un programa de televisión. No se necesita mucho: sillas giratorias, un par de cámaras, luces, un puñado de profesionales de la crítica política (es decir, capaces de decir los nombres de los 35 diputados locales), videos viejos de Canto Joven, y por supuesto, lo esencial: un poster gigante del centro histórico de escenografía.


Una vez borrada la línea divisoria entre espectadores y conductores (la televisión campechana tiene dos canteras: los medios impresos y las tardeadas), no sabemos ya qué es más aburrido: si lo que sucede en el set o lo que sucede en nuestras salas. Ahora en Campeche, hay más gente haciendo televisión que gente viéndola, lo cual no es sino un síntoma de que algo está pasando en los medios, aunque no sepamos a ciencia cierta qué es.


La más grande virtud de la TV campechana es que llena todo el paquete básico de cable. Está ahí y es imposible no verla. Aparecen nuestros vecinos y los editorialistas que leemos, aparecen nuestros ex compañeros de la primaria y aquella chica que algún día vimos bailar en el antro.


No hace mucho, alguien intentaba convencerme de que mi futuro estaba en la televisión. Puede ser, pero no me imagino frente a la cámara, fingiendo naturalidad mientras hablo del carnaval. La programación se satura de temas, imágenes y conductores que, como políticos con los partidos, saltan de una televisora a otra. Pareciera que ya todo está dicho en la TV local, que es otra forma de expresar que todo está por decirse. ¿Dónde encajaría yo?, ¿al lado de esos tres recién egresados de comunicación maquillados como payasos?, ¿en los sillones lounge rodeado de chicas atractivas?, ¿o en la mesa redonda que discute acerca de las elecciones del 2009? No sé. Si me preguntaran, diría que me gustaría intentar la TV cultural, sobre todo para erradicar la idea de que hacer TV cultural significa entrevistar alfareros mientras se visitan municipios al interior del estado.


Me gustaría compartir un puñado de ideas para la pantalla chica; conciliar mi natural apetito de televisión con mis desnaturalizados propósitos culturales. Ignoro en qué medida profano ambos universos y, a pesar de que me redime el hecho de que los periódicos dediquen la misma plana a los espectáculos y a la cultura, quizás escribo a la espera de una indulgencia. Vayan pues mis propuestas:


Los diez casi vendidos: Una cámara escondida muestra la manera en que diez libros son manoseados, ojeados, movidos de sus estantes de una librería, pero nunca comprados. Una mezcla entre videoescándalo, reality show y ranking.



Wilde on: Una compañía inglesa de histriones en traje de baño escenifican La importancia de llamarse Ernesto en Playa Tortugas, Cancún.



Enchúlame la página: Un grupo de correctores de estilo se encargan de subsanar los errores ortográficos y de redacción en una tesis universitaria. Especialistas en notas al pie, junto a peritos en el uso de nombres largos, dan coherencia a un proyecto de titulación. Al final, entregan un texto irreconocible incluso para el autor, que se sentirá merecedor de por lo menos una mención honorífica.



Un lugar… sin trámites: Un ex funcionario estatal habla con los televidentes sobre las diversas maneras de evitar los papeleos gubernamentales al final de la carrera. Caminos seguros para obtener la cédula sin que te digan que tu Licenciatura en Literatura no tiene registro en la Dirección General de Profesiones. Nombres a los cuales acudir, documentos que en verdad importan. Los minutarios nunca serán tan placenteros como después de esta emisión.


La hora del marxista superior: Decenas de revolucionarios recluidos en la antigua casa de León Troski debaten sobre los conceptos de “Plusvalía” y “Lucha de clases”. Cada domingo, Adolfo Sánchez Vázquez y Martha Harnecker comparten sus impresiones al respecto: “Carlos, siento que le falta sustrato a tu interpretación; sin duda, lo podrás hacer mejor la próxima semana”, “Me parece que tu protagonismo atenta contra la dictadura del proletariado…”, etcétera. Se expulsa al primero que se sienta tentado a decirle “presidente” a Calderón.



The Werther Channel: Una programación para deprimirse: noticias sobre la caída de la bolsa, la niñez en África, el derretimiento de los polos o la crisis alimentaria. Telenovelas sobre amores no correspondidos, videos de música emo y un programa de consejos llamado “Sufra sin parar”.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

pues si la ex chica fray angelico y su otra intelectual amiga tienen su programa donde se dedican a pasar los videos de sus viajes de shopping a miami y las orgi fiestas con sus amiguitos, porque no habrias de tener tu programa?
checate ese programa por favorrrr!!! es lo peorrr que he visto en mi vida!!

Rodrigo Solís dijo...

Eduardo: ¿Recuerdas que un día estuvimos apunto de salir en un programa de tv? Lo rescatable (además de que nunca salió al aire el show) fueron los bocadillos que devoramos como unos cerdos.

Anónimo dijo...

me apunto para tener un programa total que lo que sobran son televisoras y hay algunas que pasan cada salvajada. si Tito, tito, caputito,tiene programa cualqueira puede tenerlo.chin lo unico que no tengo es el acento cubano tan de moda en tv ni tengo pinta de abuela como aquella conductora de "la cenaduria", creo que asi se llama el programa. creo que mejor no le entro que tal si los malosos me filman desnuda so pretexto de un casting.¡¡no le entro!!