jueves, 30 de abril de 2009

Te recomiendo un libro



Dejé Pildorita por una semana, y me di cuenta que fue un grave error. ¡Por dios, qué jodido se puso! Sólo Don perro levanta un poco la calidad. Así que me ví en la necesidad de subir algo para levantar las entradas. No lo hago por Rodrigo y los demás, sino por ustedes, lectores, para que no se aburran. Así que les va el siguiente post.


Hoy es día del niño y me vale madre. No pondré diez libros como Eduardo, porque sé que les importa un carajo y sólo les fastidia. Ni les voy a recomendar películas que ni van a ver. Eso mejor se lo dejo a Cinemanía o a los trailers en el cine que son mejores que nosotros. Total, a ustedes les apetece las películas de acción al estilo Silvestre Stallone, no las películas con una historia compleja y con actuaciones sobrestimadas, ni mucho menos las películas europeas ¡Qué gueva! Yo les traigo calidad. Bien saben que cuando ven debajo “de la pluma de Wilberth Herrera”, es un post de calidad y entretenido.


Yo no les voy a poner un chingo de libros, pero sí les voy a poner uno que es entretenidísimo. Les juro, es a toda madre, ¡Y sólo es uno!



TE RECOMIENDO UN LIBRO, PRESENTA:


Uno de los mejores libros que he leído.


Siempre he dicho una cosa, si cuando lees un libro se te va como agua, es que, o la obra es una chingonada, o el escritor es un chingón; en este caso son ambas.



Todavía recuerdo cómo adquirí este ejemplar. Fui a la presentación del autor. La cita era a las 8 pm, y al llegar me di cuenta que se referían a la hora campechana, porque no había nadie.


Fui a la presentación porque me interesaban las obras del autor. Eran ensayos y pues con mayor razón, ya que el ensayo me ha parecido una obra literaria mal empleada por muchos, siendo una de las mejores ficciones de las letras.


Llegué puntual y ni siquiera el autor había llegado. Era en el Teatro “Juan de la Cabada” y no habían ni abierto la puerta. En eso, veo un carro y de él, salir al autor con varias cajas. Me acerqué y le dije:


—¿Te ayudo, Eduardo?

—Sí, por favor.


Y desde ahí, compré el libro, mismo que me autografió y, como una divina maldición, grabó “…Porque la literatura sea un pretexto para entrañar una amistad entrañable…”, misma que se cumplió después de 5 años de conocernos.


1


El libro es “¿Escribes o trabajas?”, y es su ópera prima, en libro propio, su primer eslabón de muchos venideros. Y no pudo empezar mejor, retacó ese libro con ensayos muy buenos, los mejores de él en ese entonces.







¿Qué mejor manera de empezar un libro de ensayos que con un ensayo sobre el ensayo? Yo estaba interesado en esa hermosa categoría de la literatura, ya que a mi entender, el ensayo no es la terrible y marcial academización a la que es sometida, no es hermana ni pariente siquiera, de la Tesina. El ensayo es una libre disociación tanto de imágenes, como de ficciones, y no deben ser regidas por aquellos que quieran convertirla en ciencia exacta. Eso pensaba, pero en jirones. Una frase me aclaró el panorama: “La poesía es una insinuación, el ensayo, una provocación…” (del Vouyerismo considerado una de las bellas artes), era una frase sacada de las primeras páginas, a manera de prólogo, a manera de farol que da la bienvenida al visitante.


¡Eso era! Eso es el ensayo. Por fin encontraba el cause. Tiempo después, en un ensayo pedido por una querida maestra que consideraba a esta categoría como una obra con una norma académica, utilicé el libro de Eduardo Huchín para sustentar mi ensayo (sí, lo sustenté como me lo pedían, aunque no creía que debiera sustentarse ) y dejé en claro lo que era en realidad: un género literario.


Después de ese pequeño, digamos epígrafe, el libro viene dividido en cuatro grandes capítulos, con ensayos que tienen circunscrito el tema del capítulo. El lector avispado, con cayo en el glande, lee de forma acomodada. Sabe que cada escrito está relacionado con el título y mientras sigue la lectura, está a la expectativa del tema siguiente. Pero para el lector hedónico y aventado a los placeres de la desdicha, poco le importa el orden, porque se deja llevar por la magia de la literatura. Se deja sorprender.








Los ensayos están llenos de un humor elegante, sin restricciones, como si viajaras en el cuello de un cisne. El autor maneja tanto la ironía como el sarcasmo. Siempre saca a relucir la observación aguda, tanto así, que la inteligencia se presenta como un invitado al “feliz no cumpleaños”.


Aquí no pasa nada, es una oda ejemplar a Campeche. Es una muestra perfecta de cómo se puede retratar un estado desde los cimientos más inverosímiles que lo constituyen, hasta los vestigios de los que se queja. Es un relato corto que encanta al lector, lo sumerge en un hechizo que sólo el humor puede conseguir, porque ni el drama, ni la épica, pueden plasmar con tanta inteligencia un lugar en donde cualquier cosa puede pasar. Es, a mi entender, las mejores tres páginas que resumen y engloban a “lo campechano” en general.


Maitros inc. Si se puede decir, es uno de mis favoritos. Es un ensayo que define a ese ente, esa categoría que sólo en Campeche se da a aquellos hombres que no se sabe muy bien qué oficio ejecuta, pero que en sí, es chofer de camiones o taxis, electricista, plomero, mecánico…etc. Es el mejor recomendado: “Cuando decimos “Maistro” existe una disminución intencional al sustantivo “Maestro”, pero cuando calificamos a alguien de “Maitro” posiblemente haya un guiño de simpatía hacia el referido…”.


Lleno de sarcasmo, Huchín, en 12 puntos nos resuelve el problema definitorio de un Maitro. “…Reviviendo las viejas formas juglares, el maitro se convierte en propagandista de sus propias hazañas. Le apodan nada menos que “El rey de los vergazos”: argumenta que aún viene gente de Estados Unidos a pedirle pelea como si viajaran al Tepeyac a esperar una aparición…”.


“Uno se da cuenta que envejece cuando escucha sus propias conversaciones en las fiestas de reencuentro…” y es una gran verdad. Asentimos como si estuviéramos delante de un cura que nos comenta el pecado que cometimos. El autor ejecuta con maestría los resultados de su aguda observación. Se encuentra en un campo despejado, donde puede explayar su particular visión y nos regala un momento. Es como un pequeño Aleph que te muestra lo que quieres ver, sin pretensión.


Gracias por tramitar, Fuera del área de servicio, Cuerpos perfectos y Sin pecados concebidas, muestran un submundo al que, de alguna manera, siempre hemos estado: el infierno en sus distintos escenarios. Remitiéndonos muchas veces a un Kafka en “El proceso”, Eduardo retrata con beligerante y eminente fiasco, las bejaniones a la que somos sometidos como ciudadanos, como amigos, compradores y alumnos. Son historias cargadas de un humor, que nos ensaña a intentar escribir nuestras anécdotas. Porque al final de cuentas, los cuentos parecen sacados de la vida misma del autor, y es muy probable que lo sean. Pero el lector no debe confundir y decir ¡hey! ¿No que era un libro de ensayos? Lo es, pero estos cuentos están cargados de ironía y humor que sirven de matizador para el libro. Al final de cuentas, la obra nunca pierde, mucho menos el lector.



Para finalizar esta humilde reseña encandilada por el dolor, terminamos con el epílogo, el brillante epílogo titulado ¿Sirve de algo escribir?, en donde, queriendo justificar su libro, nos termina dando una respuesta, tanto a los escritores, como a los lectores (principalmente a los amigos) del fin de la escritura, y por consecuente, de la lectura. Esa baraja de Rey, con un cuerpo y dos caras, una arriba y una abajo, como si fuera un reflejo de agua, y nos responde brillantemente, esa pregunta que nos hacemos, principalmente, los escritores: ¿para qué me sirve escribir? Es una respuesta, dirigida, no sólo a cualquiera que lo lea, sino a aquellos campechanos que tienen cierta incertidumbre de avocarse a una de las mejores artes inventada por el hombre: “…Escribir y leer nos rescatan de la frivolidad del mundo, de la masa consumidora de lo instantáneo, de la estupidez que rige nuestra realidad…”







2


Recuerdo que la presentación fue genial. No fue una de esas presentaciones llenas de solemnidad que refieren los viejos escritores académicos. Fue llena de risas, de anécdotas, de libros, de situaciones embarazosas: de LITERATURA. Sin dejar de enjugar mis ojos (“Enjugar” como dice José José) me despido así de uno de las mejores personas que conozco. De un caballero en toda la extensión de la palabra. Un hombre que siempre tiene una recomendación para todo momento. De un amigo que siempre está ahí, en los libros.


Ya son 5 años poeta, y ahora te toca ir a lo grande. A hacer tu maestría para ser un Maistro, y dejar de ser maitro. Es evidente que como escritor te va a ayudar a madurar, y de la mano, a madurar como persona, y no al revés (algo peculiar). La solemnidad se abre paso para que, detrás de ella vaya la cursilería cargada de momentos lacrimógenos.


Sí, el café no será lo mismo, como dijo Juanito, pero ¿qué será lo mismo? nada. Ya faltan dos días y se van esas risas, esos momentos alegres de compañero de vida. Ese escritor que siempre se sabe algo de lo que desconocemos, o que por lo menos, lo ha escuchado. Mismo que te hace sentir único cuando uno le enseña, o un libro o un disco o una película que Eduardo no tenía siquiera conocimiento.


Recuerdo que la primera vez que lo conocí fue en Las Puertas, cuando estaban en el centro. Antes de llegar a la cita de los Posmodernos, Juan Manuel me dijo que conocería a uno de las personas que más admiraba, y que criticaría con fiereza y objetividad mi cuento. Que no lo tomara a mal, porque lo hacía con una buena intención. Así llegué y me topé con un joven tres años mayor que yo, a lado de su novia (Gaby) una chica de pelo largo, lacio y con lentes. En contra parte, Eduardo tenía el pelo mulix (rizado como borrego) y también llevaba lentes. Ahí, en la reunión, se hablaba de libros, de obras, de todo lo referente a la literatura. Aún contenía cierta solemnidad. Un estilo tertulia de siglo XIX. Pero el ambiente se iba despejando con las anécdotas y las ocurrencias de Juan y de Héctor.





Ese día, JM le tocó llevar un cuento de otro autor que él conociese. Lo leímos, lo comentamos y lo discutimos. Las horas pasaron, yo era un extraño que se sentía acogido. Antes de despedirnos, Eduardo nos entregó un cuento suyo para que lo checáramos y lo comentáramos en la próxima reunión. A él le tocaba ese día. Recuerdo que lo leí y me pareció un muy buen cuento: “este cabrón es un profesional” me dije. Y me sentí defraudado de mí mismo. Recuerdo que el cuento era como una epopeya. Una persona que se enamoró de una chica loca que lo hizo hace runa serie de actos humillantes, pero con un humor sutil. Era muy bueno. No quise regresar por pena, pero me era imposible. Fui y quedé atrapado al comprometerme a llevar un cuento de algún escritor.



Desde ese momento, no dejé de saber de la calidad de Eduardo. Me decía a mi mismo, “si a él le cuesta mucho trabajo publicar un libro, qué carajos hago tocando una puerta atascada” Pero dejando correr el tiempo, me di cuenta de que no necesariamente se tiene que aferrarse a un sueño, por la simple razón de que llega a perder su encanto. Hay que buscarlo, pero con el mismo gusto y amor con que se escribe o se lee un buen libro.


Los martes serán discapacitados, Eduardo, y es tu culpa. Había encontrado un fin para esperar los inicio de semana y ahora serán sólo martes. Si algo de definición tiene “la Mafia de Huchín” es que tú conoces mejor que nadie, a todos los que compartimos tu amistad. Puedes decir cómo es cada uno de nosotros.


Las idas del trabajo al café, últimamente, me eran excepcionales. El saber que faltaba poco para que te fueras, me hacía ser ingenioso y comentar una sarta de ideas tontas y risibles. Quería que los momentos fueran los más placenteros posibles. Yo soy muy abierto, y no me cuesta decir que lo más importante para mí son mis amigos, porque mi familia, son mis amigos también. Y en cierto sentido, amigos y hermanos se me confunden y los términos salen sobrando. Porque me duele cuando un hermano se va, porque me duele la distancia que se hará. Vuelvo a lo mismo del otro post, en donde decía que sueno “muy” egoísta de mi parte el decir lo que siento. Pero todos los que me conocen saben que les deseo lo mejor a mis hermanos.


“Señor” (te digo como tú le dices a un amigo, como queriendo con esa palabra y ese tono que le das, resaltar el respeto y el amor que le tienes) vas a ser llorado aquí, y serás extrañado mucho. Porque lo único bueno que teníamos en Campeche se va para seguir su vocación, y aunque te vas un par de años, uno no puede valerse de la futura carrera brillante de un escritor brillante como lo eres tú, poeta. Tal vez después te vayas a Inglaterra, a ese mágico y hermoso país que adoramos ambos. O quizás, más modestamente, te quedes en Puebla, a asentar cabeza. Uno nunca puede saber.



Que te vaya bien, y cuídate mucho, Eduardo y no te olvides de nosotros, porque tú eres la cabeza de “la mafia”y es tu obligación el velar por nosotros. Sé que nos veremos en el Chat y nos contaremos las cosas que nos toca por separado. Quizá nos veamos en navidad, o en alguna escapada que te des para Campeche, o quien sabe, en una escapada de nosotros. Sigue escribiendo, y sigue siendo el mismo, porque sólo vas por anécdotas, para contárnoslas en el café. Estaremos esperando ansiosamente.









10 libros infantiles que nunca leíste cuando niño (pero que aún no es tarde para leer)

Hoy es Día del Niño. Y es por culpa de los niños que existen dos cosas esenciales para mi vida: la literatura infantil y 31 minutos. Para presentar este recuento de Libros Infantiles Que No Tenías Por Qué Haber Leído Pero Que Aún No Es Tarde Para Leer, recurro a un fragmento del texto “La infancia recuperada” que puede encontrarse en mi blog (y en donde hay más recomendaciones):

“Libros tan inútiles como los infantiles nos devuelven la pasión primigenia de la literatura: buscar aquello que no nos aburra. Escoger por intuición, por voluntad o por capricho. Elegir por culpa de cualquier detalle, por el título, por las ilustraciones, por lo que sea. Abandonar la lectura al primer cabeceo, retomarla sin obligaciones cualquier día, no hacer resúmenes, no leer biografías de nadie, no atender demasiado a los premios. Aprender más que nada del entusiasmo de los amigos”.

Vengan entonces esos diez:


Zoológico de Anthony Browne. ¿Cómo se verían los humanos si los observáramos con el mismo detenimiento de un documental del Animal Planet? Como una manada diversa y deprimente: papás autoritarios, niños caprichosos, mujeres tristes. Ese es el panorama de aquellos seres vivos –sin jaula- que nos ofrece Anthony Browne en este libro que narra el recorrido de una familia en su visita al parque zoológico. ¿Te resulta triste ir a ver animales tras las rejas? Eso no es nada cuando te detienes a ver a los que los visitan.



La recta y el punto de Norton Juster. ¿Una historia de amor? Mejor que eso: un romance matemático. La sensata recta se enamora de un punto que a su vez se siente atraído por un garabato (que es “más espontáneo” que su rival). ¿Qué hará la línea recta para conquistar al punto sin traicionarse a sí misma y de paso sin traicionar los principios de Euclides?



El vampiro y otras visitas de Triunfo Arciniegas. Un diablo pierde una moneda y va a reclamarla a la casa del niño que la recogió. Éste niega todo. “¿Quién era?”, dice su hermana. “Un pobre diablo”, dice él. Sin embargo tener esa moneda no es precisamente un ejemplo de suerte. En otro cuento, una mujer regresa de la muerte para esperar el amor de su marido quien la dejó por otra –una negra monumental-. “Te vas a morir esperando”, le dice su sobrino. “¿Otra vez?”, responde ella. En otro relato, un ángel que recibe unas alas por correo, pero no recibe el correspondiente instructivo, de modo que no puede volar, pero tampoco deshacerse de las alas. Eso lo pone triste. “No quiero terminar como esos infelices que predican en los parques con una Biblia en la mano”, dice.



Cuentos escritos a máquina de Gianni Rodari. Una prosa rapidísima, crítica y cuya lectura supone el riesgo de atragantarnos de la risa. Un lagarto que quiere concursar en un programa de televisión, unos alumnos que en clase de Historia viajan al pasado para verificar cuántas puñaladas recibió el César, una guerra de poetas con demasiadas rimas en “o”, marcianos que quieren llevarse de souvenir la Torre de Pisa, un anciano que a falta de atención en su casa decide irse a vivir con los gatos callejeros. De verdad, una obra de arte.



Petit el monstruo de Isol. Uno de los cuentos más hermosos sobre la relatividad entre el bien y el mal. El libro comienza con una pregunta básica en la vida de cualquier mamá: “¿Cómo es posible que un niño tan bueno haga a veces cosas tan malas?” El pequeño Petit indaga esa y otras cuestiones: Por qué puede sentir solidaridad por el niño más detestable de la clase y por qué a veces es amable con el abuelo, pero infame con los pájaros que apedrea. Ante la ambigüedad de aquello que nos han dicho que es bueno o malo, Petit duda si no será él mismo una especie de monstruo que combina la maldad y la bondad en dosis inexplicables.



Cuánto cuenta un elefante de Helme Heine. Háblenles a los infantes de matemáticas y quizás reciban unos mohines de asco. Háblenles a los adultos de caca de elefante y posiblemente tengan la misma reacción. Junten las matemáticas y la caca para hablar de la muerte propia y obtengan uno de los cuentos más extrañamente poéticos que puedan leerse.



Quiere a ese perro de Sharon Creech. Aceptémoslo: nunca has entendido eso que otros llaman “poesía” y ahora mismo no puedes justificar por qué hay premios tan jugosos para cosas que hablan del “salitre”, el “aguacero” o las “púberes canéforas que ofrendan el acanto”. Igual piensa Jack, un niño para quien la poesía es cosa de chicas y para quien si “La carretilla roja” es un poema, entonces cualquier cosa es un poema. Quiere a ese perro trata del descubrimiento de la poesía a manos de la propia vida, una maestra, algunos buenos tipos como William Blake o Robert Frost… y un perro.



Las brujas de Roald Dahl. ¿Quieres un final feliz? Aquí no lo vas a tener. Pero por otro lado, ¿quieres una de las historias más delirantes, escalofriantes e imaginativas de la literatura infantil? Ni siquiera te esfuerces tanto: la respuesta la tiene otra vez Roald Dahl. Las brujas, ya has de saber, cuenta la historia del congreso de hechiceras y su plan por convertir a los niños en ratones. Se dice que Dahl empezó a escribir este relato después de asistir a un coloquio de escritores. Lo mejor del caso es que sí lo creo.



Los misterios del señor Burdick de Chris Van Allsburg. Cada uno de los 14 cuentos de este libro tiene el siguiente contenido neto: una ilustración, un título y un epígrafe. ¿Suficiente para contar una historia? Vaya que sí. Es prácticamente imposible ver cada página sin crear una narración. Van Allsburg ha inventado el artefacto más entretenido para ser escritores y no pagarle a un tutor que lance nuestros poemas al bote de basura.



Las aventuras de Max y su ojo submarino de Luigi Amara. Max pierde su ojo después de tanto tallarlo por culpa del smog. A pesar de andar rodando por ahí, el ojo nunca deja de ver y le permite a Max llegar a lugares a los que usualmente no llegaría. Ya sea en una pecera o amarrado a la cabeza de su gato, el ojo de Max le muestra paisajes novedosos (salvo en el momento en que el gato monta a una gata y entonces el ojo sale disparado de tanta sacudida). Una obra en verso en verdad entrañable y que tiene la participación, nada menos, que de un Oso Bipolar.

Finísima exportación mexicana



Como todos saben (o la mayoría sabe) las Chivas del Guadalajara es el único equipo en México que juega única y exclusivamente con mexicanos.

Aquí la prueba de ello, es decir, la elegancia del mexicano.


Las imágenes que verán a continuación ocurrieron hace unas horas en Chile.



Minutos después del partido, el gobierno chileno informó ante la ONU que la influenza porcina acaba de azotar de manera masiva a todo el país.

¿Quién dijo que México no exportaba nada?


DON PERRO, LA CAMPAÑA # 30


EL FIN DE UNA ERA

miércoles, 29 de abril de 2009

Los pobres diablos



Así es, no podían fallar los pobres diablos. Ojalá y ruego a todos los dioses que nos gobiernan, que estos pobres hombrecillos sean contagiados de la influenza porcina. Nada me daría más gusto. Y no por “irreverentes”, sin por pobres diablos y por robarme 3 minutos de mi vida.



Pesca el virus, aunque sea en souvenir

"Achufy!" Peluche del Virus de la Influenza



LO PUEDES ADQUIRIR SI PRESENTAS LOS SIGUIENTES SÍNTOMAS: Desgano por hacer algo de tu vida, incapacidad para gastar en cosas que sirvan para algo, fiebre de Internet.

El diagnóstico completo, vía Mercado Libre, y los honorarios, los encuentras AQUÍ.



martes, 28 de abril de 2009

DON PERRO, LA CAMPAÑA # 29

PARA SUS FIESTAS DE CUMPLEAÑOS, BAUTIZOS, XV AÑOS, DESPEDIDAS DE SOLTERA, MÍTINES Y VELORIOS, AMENIZE SU EVENTO CON EL BATICAN-PECHANO.
TEL. 9 81 66 500
(LOS JUEGOS NO INCLUYEN REGALOS)

Influencia porcina

¿Quiénes son los cerdos más influyentes de los tiempos recientes (y no tanto)? ¿Se puede vivir sin novelas como La insoportable levedad del cerdo o películas como Gran Porcino? ¿Se puede entender la historia sin la aparición de Lechón Troski o del momento en que David Alfaro Chiqueros intentó asesinarlo? La historia del cerdo ha sido la historia de la humanidad. ¿Por qué ahora la civilización le atribuye todos sus males –de la obesidad a la influenza-, cuando los cochinos le han dado tanto al hombre, principalmente la paz de una tranca enchilada tras una noche de juerga?

Sólo para no olvidar todo lo que les debemos, acá una breve galería.




Federico Marranietzsche

Pensador, autor del libro Cómo se filosofa a pezuñazos. Ha legado dos célebres frases: “El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el cerdo”; “¿Vais al cochino encebado? ¡No olvidéis el látigo!”, ambas provenientes de Ahumado, demasiado ahumado.



Sigmund Fud

Psiquiatra, cabeza principal del “círculo de Viena”, que dio origen a las famosas salchichas, de las que después renegó por sus implicaciones fálicas. Su principal contribución a la humanidad fue el descubrimiento de la “cisti-psicosis”.



Puercarlos Marx

Filósofo. Se dice que conservaba en su refrigerador un bacon al que llamaba “Francis”. Es autor de la célebre frase: “¡Cerdos capitalistas!” Marx afirmó que la sociedad actual se movía “en las láminas heladas de la báscula egoísta”.



Fidel Rastro

Comandante supremo de las fuerzas porcinas, responsable de la victoria en Bahía de Cochinos. Fue capaz de liderar una revolución sin ensuciarse las pezuñas y luego hacer jamón a todos sus críticos.

NOTA: Dispensen la falta de PhotoShop.

Las traviesas y calientes aventuras de Panchito Brown



Hace unos días, nuestro fantástico y genial reportero Wil, hombre que pareciera inventar las notas más chifladas de Campeche, publicó la llegada de un
nuevo héroe a la ciudad, noticia que sin duda, para quienes no viven en la rocambolesca comarca amurallada pensaría que se trata de una broma.

Este post es para desmentir a los incrédulos lectores y amigos de provincias más civilizadas que aseguraron como algo imposible de creer que un político candidato a una gobernatura se haya declarado Robin Hood.

Pues bien, Robin Hood sí existe, es campechano y se llama Francisco Brown, es químico, dueño del Gimnasio Francisco Brown, ex funcionario del PRI, y ahora candidato del PRD a la gobernatura de Campeche.




¿Leyeron bien sus propuestas?

Más allá de las fantasías propias de un adolescente candidato de alguna planilla estudiantil de la preparatoria, lo que más me impactó e inquietó es esa de “Seguro de desemplo”.

Ahora bien, entremos en materia. Lo que a continuación verán sus ojitos, es sin duda, el mejor comic autobiográfico de la historia.




Aquí pudimos ver que Panchito contrató los servicios del bueno de
Rius para que hicieran la primera página.

Una gloria el perro que parece no entender nada de lo que dice el indio.




Por fortuna el caricaturista (un genio) nos señala en cada cuadro quién es Panchito Brown. Y no lo culpo, en cada escena Panchito parece ser un niño diferente.

Por cierto, la escena que Panchito sale arrodillado, fue verdad. Fuentes confiables de su propia generación me dijeron que su mamá a veces lo castigaba al pobrecito humillándolo frente a todas sus amigas diciéndole: “De rodillas, Panchito”.


Ojo a la pared del fondo. Panchito no pierde oportunidad para hacerle publicidad a su gimnasio. Ni aún cuando era un niño desvalido rodeado de viejos libidinosos.



¿Por qué Panchito Brown fue aceptado en la universidad siendo un niño? Quizás la respuesta para esta y muchas interrogantes más sea porque su coeficiente intelectual era más alto que el de Doogie Howser, alias, “el doctorcito”.



¡Bravísimo Paco Brown! Definitivamente Cuarón debería llevar a la pantalla esta tremenda historia.




Para los tontos que aún no hayan captado, las ropas verdes de nuestro héroe son para simbolizar sus inicios políticos en el PRI. Eso sí, el bueno de Panchito omitió relatar la parte en que seguía cobrando sus cheques del PRI cuando ya pertenecía al PRD.



Dos detalles: uno, por favor, espero no hayan confundido el hueso sobre la mesa con un consolador; dos, la metamorfosis en cada cuadro del personaje de Panchito es totalmente intencional. El caricaturista se inspiró de la película I´m Not There.



FIN.

Nada como cerrar una bella historia política anunciando descaradamente tus negocios particulares. Guau. ¡300 pesos al mes! No dejes perder la oportunidad.

Como habrán notado, a Brownin Hood no le caería nada mal utilizar de vez en cuando su propio gimnasio.



A qué ni uno de ustedes sospechó que el primer nombre de Francisco fuera Gimnasio. Bien por su mamacita santa al darle tan bello nombre.

No lo olviden, todos a votar por Gimnasio Francisco Brown.

lunes, 27 de abril de 2009

Pasa en las películas, pasa en la vida...







¿Cuál es tu favorita? La mía es 28 días después.

DON PERRO, LA CAMPAÑA # 28


PARARARARARARARARÁ...

sábado, 25 de abril de 2009

10 novelas que no estás obligado a leer


Para P.

Una buena parte de los encuentros felices acontece gracias al azar. Pero también al talento para aprovechar el azar. A los Clásicos y a las Novedades casi siempre llegamos de manera inevitable. Pero entre esos dos grupos hay todo un universo de libros que no estamos obligados a leer, pero ufff cuando llegamos a ellos agradecemos las pequeñas vueltas de la vida que nos llevaron a la primera página. Los siguientes títulos seguramente no están en la lista de lo que "hay que leer". Pero que no cunda el pánico: tampoco los colaboradores de este blog. Lo cual no quita que sean entrañables, cada uno a su manera. En fin que lo que quería decir es que si la vida te pone enfrente de alguno de estos diez títulos, no desaproveches la oportunidad de sumergirte en sus historias.

Mi tío Oswald de Roald Dahl. ¿Cómo pasar de los temas infantiles a los pornográficos sin perder el estilo? El magistral autor de Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate nos enseña cómo. Mi tío Oswald narra las escabrosas aventuras del “mayor fornicador de todos los tiempos” en su faceta de empresario. Con la firme idea de formar un banco de esperma de gente importante para vender a las señoras ricas, Oswald y la irresistible Jazmín se dedican a tenderle trampas eróticas a Stravinski, Renoir, Puccini, Freud y otros. Imaginen lo que puede salir de esa premisa. ¿El resultado es vulgar? Por supuesto, no podíamos esperar menos de alguien capaz de decir “culo de perro” en un cuento infantil.

Hombrecitos verdes de Christopher Buckley. El Gobierno de EU, preocupado por aprovechar la paranoia americana a su favor, decide financiar el proyecto Majestic 12 que mantiene vivas las apariciones de OVNIS, sembrando evidencias, haciendo salir a algunos platillos voladores para ser fotografiados y de vez en cuando abduciendo granjeros ignorantes y mujeres gordas. ¿Qué sucede cuando un burócrata hastiado de su propia vida ordena abducir a John Oliver Banion, una especie de Larry King, que goza de una credibilidad a prueba de balas y capaz de hacer temblar al Gobierno? Por supuesto, un caos. El resultado es una historia divertidísima, que pasa revisión a las intrigas políticas, los programas de debate, las convenciones sobre aliens, las celebridades fáciles, los juicios eternos, los programas armamentistas, las reuniones intelectuales, las marchas de protesta, etc.


Las cucarachas no tienen rey de Daniel Evan Weiss. Ira Fishblatt es un abogado neoyorkino que tiene su casa hecha un desastre. Las cucarachas han creado un paraíso y por generaciones han agradecido los hábitos poco higiénicos del dueño de la casa. Pero un día, Ruth, la nueva novia de Ira, lo amenaza con el rompimiento si no pone en orden ese chiquero. Entonces los blátidos ven amenazado su imperio y deciden un plan: hacer que Ira se enamore de su vecina Elizabeth y se olvide de Ruth. ¿Cómo lograr esto cuando se es tan pequeño, se vive entre las ranuras de la pared y se es un insecto asqueroso? Descúbrelo leyendo esta novela ácida y cruel, sexual y políticamente incorrecta, que, aclaro, NO ES “El Apartamento de Joe”.


Wilt de Tom Sharpe. Henry Wilt es un pobre diablo con una esposa dominante y que da clases de literatura en una escuela politécnica (no hay mayor definición para un pobre diablo que esa). Saca con frecuencia a pasear al perro y a veces sueña con asesinar a su mujer. Un día, después de un altercado con una muñeca inflable, su mujer desaparece y todas las evidencias apuntar a Wilt, quien a pesar de decir en todo momento la verdad es sometido a los más desgastantes y divertidos interrogatorios por parte del detective Flint, un imbécil entrañable, quien no lo baja de “asesino sicótico”. Dos recomendaciones: nunca leas esta novela mientras comes (podrías atragantarte); nunca la leas en lugares públicos (van a creer que eres un loquito que aún puede carcajearse frente a un libro). Cuenta la leyenda que Wilberth se llama así en honor a este libro.

Eres una bestia, Viskovitz de Alessandro Boffa. 20 versiones del amor protagonizadas por el buen Viskovitz y su amada Ljuba. Un caracol que está en la disyuntiva de invertir o no buena parte de su vida en llegar hasta donde está su amada, cuando ni siquiera sabe si será correspondido; un microbio con complejo de inferioridad, un lirón que tiene sueños eróticos, un perro policía en rehabilitación después de trabajar en las unidades caninas antidrogas, un pez que descubre lo complicado que es comunicarse con danzas y prefiere el silencio (como muchos novios); un hijo mantis hablando con su madre mantis sobre su papá (“Era un poco salado”, le cuenta ella); un camaleón que se pregunta a sí mismo: ¿quién soy? En pocas palabras: una joya de libro.

Bridget Jones: sobreviviré (originalmente Al límite de la razón) de Helen Fielding. Uno de mis placeres culposos. Bridget Jones aglutina como pocos personajes contemporáneos la candidez y la agudeza, la histeria y la moderación, la reflexión y la irracionalidad de las mujeres del nuevo siglo. Entre masoquistas fantasías sobre la infidelidad de su pareja y la aparición en sueños del príncipe William, entre la actitud inexplicable de los padres a cierta edad, las tormentosas pláticas de las Petulantes Casadas y los consejos de los manuales de autoayuda, la treintañera Bridget retrata de manera cómica las relaciones humanas con todas sus contradicciones. Uno de esos libros que demuestran que el estilo lo es todo y que un argumento casi rosa puede dar lugar a una novela en verdad inteligente.

Saga de Tonino Benacquista. Cuatro guionistas desconocidos son reclutados por una cadena francesa para cumplir una cuota mínima de producción nacional. Con un presupuesto que compite solamente con las producciones campechanas y asignados al horario de la madrugada, crean un serial que se vuelve en poco tiempo en un auténtico fenómeno. Forman el equipo: un gran narrador ya olvidado, una frustrada escritora de novelas de amor, un guionista al que le han robado una trama, convertida ya en un éxito cinematográfico y finalmente un escritor inexperto que narra todo lo que sucede en aquel cuarto. Lo mejor de la novela: desentrañar el proceso del que surgen las historias y retratar el mundo mezquino del entretenimiento masivo.

Guía del Autoestopista Galáctico de Douglas Adams. Digamos lo siguiente: es prácticamente imposible imaginar Futurama sin el antecedente de este libro. También es imposible pensar en un servicio llamado Babel Fish o una canción llamada “Paranoid android”, que le rinden de alguna manera homenaje. Y una cosa más: la película no es ni la sombra de lo que puede hallarse en sus páginas. El planeta Tierra es destruido para construir una autopista y solo Arthur Dent, un tipo bastante torpe e indolente, logra salvarse, gracias a su amistad con un extraterrestre, del que nunca imaginó su auténtico origen, aunque sospechaba que era extranjero (una confusión típica, ya saben). Ya en plan de supervivientes, Arthur y su amigo Ford coinciden en una nave con Trillian, una encantadora chica que Arthur había conocido en una fiesta. Entonces descubren que Arjona tenía razón con eso de que “el destino es grande y la Vía Láctea es chica” o algo así, pero bueno, todos terminan embarcándose en grandes aventuras de rango sideral, extremadamente delirantes, por decir lo menos.

Ukridge de P. G. Wodehouse. Wodehouse, señores, no merece otro sobrenombre más que el de “Maestro”. A ningún otro autor le debo tantas alegrías como a este hombre, creador nada menos que de personajes como Wooster, Jeeves, o el tío Fred (Por cierto, hay versiones televisivas de las aventuras de Wooster y Jeeves, protagonizadas por Stephen Fry y Hugh Laurie -el doctor House, para mayores referencias). Y es el propio Laurie quien ha dicho: “Wodehouse es sin duda el escritor más divertido que haya vertido sus ideas sobre un papel”. Ukridge trata las desventuras de un truhán por hacerse de dinero. Para lograr su objetivo idea todo tipo de estrategias que le ayuden a dar el “gran golpe”. Desde escuelas para perros pequineses, hasta el manejo de peleadores de box, desde las campañas políticas (atención con el trabajo de “besador de bebés” durante una gira proselitista) hasta la edición de novelas románticas. El veredicto: Wodehouse es incapaz de escribir una página aburrida.

Buenos presagios de Neil Gaiman y Terry Pratchett. ¿Recuerdan La Profecía? Ahora imaginen una confusión al momento del nacimiento entre un bebé normal y el anticristo, de manera que el anticristo es criado como un bebé común y corriente y el bebé común y corriente es criado como si fuera el anticristo. Ahora piensen en qué pasará al momento en que el tiempo se haya cumplido ya, y el anticristo tenga que cumplir su misión. Añádanle un ángel que colecciona libros raros y que tiene un cameo en el Génesis y un demonio con un Bentley 1926. Aderece con los cuatro motociclistas del Apocalipsis, una profetisa loca, una médium de día y madame de noche, un cazador de brujas, Metatrón (la voz de Dios), alienígenas, atlantes, monjas satánicas y un perro.

NOTA: Todos los libros están en castellano.