Si A better life
(Una vida mejor) es una película
obligada para la administración de Obama, e incluso Demián Bichir aseguró que
enviaron una copia a la Casa Blanca para que el Presidente se metiera en la
piel de los inmigrantes latinos que son tratados como animales en Estados
Unidos, Dirty pretty things
tendría que estar por decreto popular en la sala de televisión de todos los
castillos y casas reales de Europa.
Si cobrara diez pesos a todas las personas que me
preguntan qué se siente ser escritor, ahora tendría los huevos en el cálido y
hospitalario escroto en vez de estar haciéndole
incómoda compañía a las amígdalas. Para dar respuesta a todo los curiosos, pero
en especial a todos aquellos que quieren emprender el suicida camino de la
escritura, he decido crear una nueva sección en el blog Pildorita LADO B llamada Vida de escritor.
En un futuro (espero no muy lejano), sobornaré a Jotaeme
con revelar algún oscuro secreto de su pasado campechano para que acceda a convertir todas las
historias de esta nueva sección en caricatura.
Este domingo,
en el suplemento dominical
del periódico El Universal aparecerá un ilustrativo y extenso reportaje
que le hice al único psicólogo de perros de Yucatán. Si tienes perros en casa,
no te lo puedes perder. En especial si crees que tu perro es tu hijo, como el
caso de esta señorita.
Y para
finalizar este post informativo, los dejo con un video de mi hija, perdón, con
mi perra Mía, quien reclama atención cuando la ignoro por estar tantas horas
delante de la computadora.
Ayer se
celebró el Día Internacional del Perro Callejero. Y como era de esperarse la
noticia se convirtió en Trending Topic mundial, es decir, fue una de las 10 cosas de
las que más habló la gente en Twitter. Sin embargo, al igual que los niños
indigentes que vemos en la calle pidiendo limosna, observamos a los
desamparados mejores amigos del hombre y decimos, uy, pobrecitos. El corazón se
nos estruja y nos seguimos de largo.
Hace dos años
hubo alguien que no se siguió de largo y nos recordó una historia desgarradora
ocurrida a principios del siglo pasado. El artista multifacético armenio-francés
Serge Avédikian nos regaló un cortometraje animado de 15 minutos titulado “Chienne D´Histoire”
(Historia de perros), que en el 2010 increíblemente fue ignorado por la Academia en la terna final rumbo al Oscar.
Por una de
tantas casualidades que tiene el Internet, me topo con que en el 2008,
exactamente el miércoles 2 de abril, un periódico de Tenerife, isla ibérica
donde nació mi bisabuela, publicó un artículo mío (que terminó convirtiendo en una
carta al señor director).
Con el pecho
rebosante de orgullo, y herido porque nunca me avisaron que me publicaron,
investigo sobre el periódico que es auspiciado por el prestigioso periódico El Mundo. La primera nota con la que me topo, es ésta:
Lo
escalofriantes de la nota fue leer que apenas a 4 meses de mi publicación
comenzó el desmoronamiento.
Al parecer esa
es la suerte que le espera a todos los periódicos que se dignan a publicarme.
The Help (Historias Cruzadas) es una
película que ahora mismos está en el cine. Éxito de taquilla, de crítica, nominada
a varios premios Oscar, etc. O sea, la vio hasta Dios Padre. Si no la has visto
(cosa que dudo) recomiendo evites gastar tu dinero en un boleto, pues está en
tus manos experimentar algo más extraordinario que el 3D, lo único que tienes
que hacer es mirar a la sirvienta de casa. Observarla bien. Si eres muy osado,
dirigirle la palabra. Pero no como siempre, que es para encargarle cosas o que
limpie aquí o acullá. Pregúntale dónde vive. A cuántos kilómetros de la ciudad
está ese pueblo o ranchería de nombre extraño que te ha dicho. Si está casada o
vive con sus padres. Si tiene hijos. Cuántos. Si tiene hermanos. Cuántos. Si ha
muerto algún integrante de la familia. Cuántos camiones tiene que abordar hasta
llegar a su trabajo. Qué grado de estudios alcanzó. Si le parece justo lo que
gana por trabajar más de diez horas al día.
Skeeter Phelan es una jovencita
sureña que regresa a casa (Mississippi) al graduarse de la universidad. Son los
años sesentas. Por eso sus amigas la ven como un bicho raro. En el sur pocas
mujeres estudian una carrera, y mucho menos tienen la disparatada idea de
querer ser independientes, buscarse un trabajo y soñar con ser escritoras.
Skeeter le propone a un periódico de Nueva York hacer un reportaje sobre la
vida que llevan las sirvientas, al fin y al cabo hay un agitador de masas
llamado Martin Luther King que anda pregonando que es indignante que su país
(en teoría el más poderoso del mundo) margine y trate a los negros como a
esclavos, peor que a animales.
La señorita Skeeter logra
entrevistar a un montón de sirvientas. La mayoría criadas de las amigas de su
mamá. Las narraciones son espeluznantes. Por poner un simple ejemplo, las
sirvientas no pueden usar el mismo baño que las señoras de casa, tampoco comer
de la misma vajilla, pero paradójicamente sí pueden cuidar, mimar y amar a sus
hijos pequeños. Niños que al crecer, lejos de conmoverse por el inhumano trato
que reciben las mujeres que los criaron, repiten el patrón de mamá y tratan a
sus nanas como si fueran seres repugnantes, llenos de infecciones, o sea, una
raza inferior.
The
Help nos ha
conmovido hasta el tuétano. Nos ha hecho avergonzarnos de nosotros mismos.
Querer construir una máquina del tiempo y viajar a los años sesenta,
específicamente a territorio norteamericano para jalar de las orejas a esos
yanquis desalmados. Todo esto pensamos (en un lapso de dos horas y media, que
es lo que dura la película) mientras ignoramos a la indígena analfabeta y sin
seguro social, que come y bebe en platos y vasos de plástico, que defeca y
duerme en el cuarto-bodega al fondo de nuestra casa. El fantasma que nos heredó
el acento aporreado del que tanto nos avergonzamos.