miércoles, 25 de junio de 2014

Día 14




El año 2012 fue trágico para mí. El Mundial de Corea-Japón lo pasé de noche, o mejor dicho, con los ojos a media asta todas las madrugadas. Fuera máscaras, a quién quiero engañar, me perdí el 80% de aquella Copa del Mundo. No me averguenza admitirlo, probablemente fue el peor Mundial que se haya visto jamás (quizá sólo superado por Italia ´90).

Sin embargo, hoy día, mi desgracia radica en que Brasil 2014 está siendo un Mundial espéctacular. O al menos eso es lo que hasta el panadero de la esquina anda pregonando a los cuatro vientos, mientras yo tengo que conformarme con echar mano de mi imaginación cuando en mitad de todas las juntas de trabajo recibo alertas en mi celular que me informan que Messi se ha cansado de marcar goles en cada partido. 

Si logro llegar a viejo, cuando quiera empacharme de nostalgia veré los programas en 8D rememorando los Mundiales, y al ver a Messi gambetear y cobrar tiros libres magistrales, sentiré la misma rabia e impotencia que me invade en la actualidad cada que pasan vídeos de Maradona desparramando ingleses en el césped de un México ´86, donde era un niño imbécil de seis años dotado de una memoria incapaz de recordar imágenes luminosas salvo los gritos delirantes de adultos que miraban endiosados la televisión en otra habitación.



Me cuentan los analistas de ESPN y el público en general que los franceses están jugando como dioses. Me hubiera encantado comprobarlo con mis propios ojos, lástima que tuve otra junta a las 4 de la tarde. 

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