jueves, 25 de junio de 2015

En Venezuela quieren verme la cara


No quiero sonar odioso pero si existiera el Récord de Guinness al escritor no famoso con más publicaciones en periódicos de Hispanoamérica, sin duda, me llevaría el premio gordo.

Mails como este me llegan de vez en cuando.





Como soy un escritor de tercera división, nunca compartiré plana con el ganador del premio Nobel Mario Vargas Llosa, sino con su hijo. Así que cedo a la petición de la editora.



Por mi cabeza pasa responderle que no puedo mandarle una foto porque tuve un accidente automovilístico que me desfiguró el rostro, y ahora voy por la vida con una bolsa de papel estraza en la cabeza para que la gente no vomite al verme.


¿Acaso los venezolanos son personas tan retorcidas que para animarse a leer tienen primero que ver los esperpénticos rostros de los escritores?


martes, 23 de junio de 2015

El puente



De pocos días a la fecha Fiera padece un insomnio de lo más extravagante. Antes de dormir ponemos una serie de televisión, entonces ella cae fundida a los diez minutos, luego yo caigo fulminado (pero feliz) terminado el capítulo, y entonces ella, como si tuviera una alarma (o fingiera dormir), se despierta y baja a la sala donde se queda despierta hasta altas horas de la madrugada.

¿Cómo sé que ha estado despierta hasta altas horas de la mañana? A eso de las 6 am, cuando bajo por el primer café del día, encuentro la mesita de la sala inundada de una cantidad grosera de colillas de cigarro.

Tengo tres teorías al respecto, ninguna es alentadora:

1)    Fiera sostiene platicas calientes con algún amante.
2)    Fiera sopesa la idea de abandonarme (o para ser exactos, echarme de su casa).
3)    Fiera tiene menopausia temprana.

Pero me he desviado. Lo que en realidad quiero compartir el día de hoy es lo que se está perdiendo Fiera, quien espero llegue a leer este post. O mejor dicho, no éste post. Sino ÉSTE.


El único remake de Bron/Broen que funcionaría sería uno que ocurriera entre la frontera más chispeante del mundo: Campeche/Mérida.

lunes, 22 de junio de 2015

Bolton Gym




Como pudimos constatar hace apenas una semana con ojos bien abiertos y mandíbula trabada, los Bolton lucen invencibles. Tanto, que han decido abandonar Invernalia para mudarse a Infernalia, alias, Mérida. 


viernes, 19 de junio de 2015

La maestra del año


Aunque vamos a la mitad del 2015, ya tenemos ganador. Y de calle, si no lo creen, miren nada más esta perla de la educación mexicana.
  
  
Admitámoslo, era cuestión de tiempo. México sigue demostrando que es el Springfield de carne y hueso.


Acéptenlo, está muerto



Jon Snow murió y la gente se volvió loca. Estamos tan habituados (y condicionados) a que las historias deben tener finales felices que no soportamos la idea de la muerte. Sin ir más lejos, no concebimos posible que en nuestra propia vida todo salga mal, porque cuando todo sale mal, tenemos la falsa esperanza de que, mágicamente, los astros se alinearán, y, al despertar al día siguiente, todo estará resuelto, un nuevo comienzo se expandirá en el horizonte.

Por el bien de la televisión (y la educación), espero que George R. R. Martin le sea fiel a su bandera y no sean ciertas todas esas teorías y conjeturas que los fanáticos han vaciado en Internet donde auguran una resurrección de Jon Snow. Si esto llega a ocurrir, será el principio del fin. El desmoronamiento de algo mágico, pues, lo maravilloso de Juego de Tronos es la realidad apabullante de su argumento. Todos los personajes heroicos o que albergan bondad en sus corazones, invariablemente caen despanzurrados; pero no sólo ellos, también los malvados hasta las entrañas. En pocas palabras, estamos ante una historia que es el espejo de la historia de la humanidad, narrada con una velocidad abrumadora. Muchos no lo han notado, pero Martin esta reescribiendo las Sagradas Escrituras, La Iliada y la Odisea, El Quijote.

La lección que está dejando Juego de Tronos a la posteridad es que la supervivencia muchas veces va directamente relacionada con las decisiones que tomamos. Cuando nuestra razón se inclina por la bondad el desenlace es trágico, y cuando se rige bajo el egoísmo, el odio o la venganza, también. Para sobrevivir hay que tomar desiciones políticas, frías y calculadas. 

Jon Snow de a poco, se fue convirtiendo en el prototipo de héroe. Valiente, de buenos sentimientos, guapo. Todo iba sobre ruedas, incluso cuando tuvo que usar mano dura no dudó en decapitar a la persona que intentó sabotear su nombramiento como líder absoluto, por muchas lágrimas y patéticos gimoteos que éste exclamara pidiendo perdón. Entonces cometió el mismo error que su papá” y su hermano. Tomó una decisión basada en un imposible. Le salvó la vida a sus enemigos, a los hombres que habían matado a los padres, madres, hermanos e hijos del ejército que lideraba. Quiso creer el absurdo que sus hombres tendrían la misma tolerancia que él guarda en su cabeza y corazón. El resultado era más que obvio.


Y todos se indignaron. Patalearon. Luego se calmaron y empezaron a fraguar teorías y conjeturas de resurrección. Acéptenlo, Jon Snow está muerto, y por el bien de la historia, lo mejor es que no se levante en la sexta temporada y empiece a caminar sobre el agua y a convertir el agua en vino. 
   

miércoles, 17 de junio de 2015

El empresario del año



¡¿Todavía no has visto Jurassic World?! Felicidades, eres afortunado.

Al aparecer en pantalla los créditos finales de la película, lo que más sorprende (además de haber desembolsado dinero por verla) es que fue escrita no por una, ni por dos, ni por tres, sino por cuatro personas. Si desconectas tu cerebro y te repites a ti mismo varias veces que has entrado a ver una película de dinosaurios, la trama comienza bien: un millonario ha reabierto el parque temático de diversiones y los encargados de marketing descubren que los clientes se han habituado tanto a ver los mismos dinosaurios de siempre que el show les resulta tan aburrido como ir a ver elefantes al zoológico; para solucionar este problema de entretenimiento deciden atraer a las grandes marcas comerciales para patrocinar los lanzamientos de nuevos dinosaurios genéticamente modificados. 

-¡Esto es el colmo! -protesta un empleado- primero las marcas tomaron los nombres de todos los estadios deportivos y ahora van a ponerle nombre a los dinosaurios.

De ahí en adelante comienzan las chifladuras. Pareciera que a los cuatro guionistas de la película los hubieran puesto a jugar al ejercicio literario de escribir el libreto por partes, teniendo que continuar con la historia hasta donde el otro escritor dejó la chifladura en cuestión. Y por chifladuras no hay que pensar en los velociraptores amaestrados o el proyecto de implementar a los dinosaurios como armas de guerra.


No, lo más descabellado que detona y convierta a Jurassic World en el churro del 2015 es la siguiente encrucijada que se convierte en el hilo conductor de la película.


A este señor indio (que es uno de los 10 hombres más ricos del mundo, si mal no recuerdo, el número 7), le informan que el nuevo dinosaurio que acaban de crear en los laboratorios es el monstruo más peligroso e inteligente sobre la faz de la Tierra, y, oh sorpresa, se ha escapado de su jaula para dirigirse al parque de diversiones a masacrar a todos los dinosaurios herbívoros y los poco mas de 20 mil visitantes humanos.

Star Lord, un genio, advierte que hay que sacrificar al animal.
 
Entonces el indio debe decidir si matar al dinosaurio que le costó veintitantos millones de dólares, o, dejarlo vivir y arriesgarse a que destruya un parque de miles de millones de dólares.


Si el indio en vez de haber sido un personaje salido de la cabeza de cuatro retrasados mentales hubiera sido un multimillonario de verdad como Carlos Slim o Román Abramóvich, nos hubieran ahorrado a todos los incautos amantes de las películas de verano las 2 horas de inclemente sufrimiento y 65 pesos.  

domingo, 7 de junio de 2015

Política creativa


A estas alturas te habrás enterado, salvo que seas una ostra, o por culpa de Pildorita que llevaba casi un año fuera de circulación, que en este momento se están llevando a acabo las elecciones. Habrás deducido también, que los partidos políticos gastaron cientos de millones de pesos en sus campañas. Dato que no es ninguna noticia exclusiva o secreto de Estado, ya que los mismos funcionarios tienen la poca vergüenza y tacto de decirlo en nuestras caras.


Cifra escalofriante que a nosotros, al parecer, ciudadanos oriundos de Montecarlo, Mónaco u otro principado europeo, nos hace lo que el viento a Juárez. 
  
¿Acaso los políticos no han encontrado otra forma más creativa de dilapidar montañas de dinero para seducirnos a votar en vez de contaminar visualmente todas las ciudades del país con sus caras falsamente sonrientes y photoshopeadas en cada poste de luz, puente peatonal, barda, spot de radio, televisión e Internet?


  
Para entender este fenómeno, haré el ejercicio de ponerme en sus zapatos. Si fuera candidato político, en vez de contaminar visualmente todas las ciudades del país con mi hermosa cara en cada poste de luz, puente peatonal, barda, spot de radio, televisión e Internet, lo que haría es una campaña donde le comunique a la prole ciudadanía, que si votan por mí serán acreedores a un boleto numerado que les dará el derecho a participar en un gran sorteo (con bolitas como el Melate) donde se rifen ¡1,172.8 MILLONES DE PESOS!, concurso que, por supuesto, ganará (por esas coincidencias genéticas de la vida) algún familiar mío, pero claro, eso lo descubrirán ustedes, o sea, el electorado, hasta que aparezca la nota en la primera plana de algún periódico cuya nómina sea pagada por un partido político rival envidioso, acusación tardía para levantar acción legal en mi contra, ya que (gracias a las bondadosas leyes hechas por los propios políticos) tendré fuero político y podré gobernar a mis anchas ante la mirada indignada e iracunda de todos los ciudadanos que, a lo mucho, lograrán desgarrarse las vestiduras (y los dedos) de teclear tuits y hashtaguear #pinchespoliticosladrones

Por supuesto, mi propuesta es una fantasía. Si en verdad se quiere ganar las elecciones, lo que se debe hacer es seguir estos ilustrativos pasos. 

Paso 1.
Dirigirse a la agencia de publicidad de cualquier familiar o pariente o amigo que te deba un favor o que pueda hacer una factura mayor al monto real.

Paso 2.
Sentarse en una cómoda silla y observar a tu equipo de trabajo dialogar con un grupo de publicistas, a los cuales deberás pagar una pequeña fortuna (con el dinero del pueblo, en cómodos plazos o en el tiempo que dure tu mandato, si es que ganas, claro).

Paso 3.
Proyectar ante la opinión pública y la ciudadanía una imagen diametralmente opuesta a la que se tiene en realidad, es decir: si eres gordo, serás flaco.


  
Si eres Mickey Rourke, serás un angelito de Victoria´s Secret.

Si eres indígena, serás ario.

Si eres hombre, serás mujer.

Si eres Carmen de Mairena, serás una apacible abuelita.

Si eres equino, serás ser humano.
Etcétera.

Paso 4.
Dejar de ser quien eres para convertirte en una marca. Sí, escuchaste bien. Una marca.


 Paso 5.
Al convertirte en una marca necesitarás exactamente lo mismo que necesita un pastelito esponjocito cubierto de chocolate y relleno de mermelada y crema para ser recordado y luego consumido. Así es, un eslogan pegajoso, de preferencia, que rime con tu nombre.


  
O con tus verdaderas intenciones.


O si lo amerita (o te da un ataque de creatividad), también puede rimar con el número de distrito que anhelas gobernar.



Si todavía sigues creyendo que los publicistas son unos charlatanes vende humo, lee con atención el último paso.

Paso 6.
Viaja al momento en que dejaste de ser una vergüenza pública, o sea, cuando dejaste de ser un Nini y fuiste por primera vez al supermercado. Lo sé, te temblaron las piernas al ir por el aceite de cocina y ante tus ojos se desplegó un universo de botellas de todos tamaños y colores en un kilométrico anaquel. Tuviste cuatro opciones: llamar a mamá y preguntarle qué aceite de cocina usa (so pena de quedar como un bebé) o tomar la botella más barata (so riesgo de morir envenenado) o leer una por una las etiquetas de cada botella y comparar cuál tiene el grado nutrimental menos nocivo para tu salud (so riesgo de perderte el partido de México que está por comenzar) o agarrar (como agarraste) la botella que anuncia un sonriente y saludable maestro de yoga que aparece en la televisora con más rating del país.



Ahora, ¿sigues creyendo que los publicistas y los políticos son unos retrasados mentales?